12.11.10
8.11.10
Todavía no sé si hice lo correcto
-¿Y respecto a la malversación de caudales públicos?
- [...] La otra discusión, absurda y que conduce a la melancolía, es cómo se manejan los fondos reservados, de los que era responsable, que por definición son reservados y que aquí abrió un debate ridículo porque dijeron que tenían que tener recibos, justificantes, de la entrega de esos fondos. Es decir, los chivatos o los infiltrados que funcionaban para la policía, previo pago de su importe, en la lucha contra el terrorismo tenían que firmar los recibos del dinero que les daban. ¡Hasta ese ridículo hemos llegado en nuestro país! Por definición no pueden tenerlo, y por definición es imposible saber si el tipo que tiene que entregar ese fondo a un chivato para que te dé la información, o para que te entregue un comando, está de verdad entregando ese fondo. O está entregando la mitad y la otra mitad se la queda. Aquí y en todas partes. Eso son las tripas del Estado. Ya hace mucho que no estoy en el poder pero te voy a decir una cosa que a lo mejor te sorprende. Todavía no sé siquiera si hice bien o hice mal, no te estoy planteando un problema moral, porque aún no tengo la seguridad. Tuve una sola oportunidad en mi vida de dar una orden para liquidar a toda la cúpula de ETA. Antes de la caída de Bidart, en 1992, querían estropear los Juegos Olímpicos, tener una proyección universal... No sé cuánto tiempo antes, quizá en 1990 ó 1989, llegó hasta mí una información, que tenía que llegar hasta mí por las implicaciones que tenía. No se trataba de unas operaciones ordinarias de la lucha contra el terrorismo: nuestra gente había detectado -no digo quiénes- el lugar y el día de una reunión de la cúpula de ETA en el sur de Francia. De toda la dirección. Operación que llevaban siguiendo mucho tiempo. Se localiza lugar y día, pero la posibilidad que teníamos de detenerlos era cero, estaban fuera de nuestro territorio. Y la posibilidad de que la operación la hiciera Francia en aquel momento era muy escasa. Ahora habría sido más fácil. Aunque lo hubieran detectado nuestros servicios, si se reúne la cúpula de ETA en una localidad francesa, Francia les cae encima y los detiene a todos. En aquel momento no. En aquel momento solo cabía la posibilidad de volarlos a todos juntos en la casa en la que se iban a reunir. Ni te cuento las implicaciones que tenía actuar en territorio francés, no te explico toda la literatura, pero el hecho descarnado era: existe la posibilidad de volarlos a todos y descabezarlos. La decisión es sí o no. Lo simplifico, dije: no. Y añado a esto: todavía no sé si hice lo correcto. No te estoy planteando el problema de que yo nunca lo haría por razones morales. No, no es verdad. Una de las cosas que me torturó durante las 24 horas siguientes fue cuántos asesinatos de personas inocentes podría haber ahorrado en los próximos cuatro o cinco años. Esa es la literatura. El resultado es que dije que no.
-Hay algunas declaraciones suyas que sugerían que algún tipo de actividad en la sombra era necesaria. Por ejemplo, cuando decía aquello de que al Estado se le defendía también desde los sótanos, desde las alcantarillas.
-Dicho así, inquieta una barbaridad. Algún día, cuando se explique la historia de ETA, se sabrá qué tipo de información nos daban y cuánto costaba. Se sabrá. ¿Cuáles son las alcantarillas? Si tienes un volumen de fondos reservados, la utilización de los mismos es la legalización de un comportamiento ilegal, es la autorización de un uso ilegal del dinero público. Es legal y al mismo tiempo ilegal. Y eso no tiene arreglo. Tiene arreglo acabar con los fondos reservados y obviamente quedarte sin ese margen de información. En España siempre hemos sido muy frágiles en información, en inteligencia, en la mayor parte de los casos nuestra inteligencia ha dependido de los militares, los únicos capaces de sacrificarse para prestar ese servicio al país. Nosotros no hemos tenido catedráticos de Universidad en inteligencia o altos funcionarios, como ha ocurrido siempre en el Reino Unido. ¿Por qué? Porque los servicios de inteligencia, el espionaje, nos parece una tarea sucia. Y lo es. Eso está mucho más claro en el pensamiento de la izquierda. La izquierda comunista la considera una actividad repulsiva y vergonzosa, salvo cuando está en el poder. En el uso de fondos reservados, ¿cuántas normas violas? Para empezar todas las fiscales, pero todas las de control presupuestario también. ¿Es ilegal lo que hacen? No. Una ley permite hacer uso de fondos reservados. Cuando entra en contradicción esa ley consigo misma es cuando se trata de regular, para tener constancia del uso de los fondos.
-Parece una contradicción irresoluble.
-Irresoluble en el mundo. Es que no hay ni un solo sistema que la haya resuelto porque no se puede resolver. No es lo mismo el descaro, nunca lo tuve, a pesar de hablar de los sótanos y las alcantarillas. He oído a un ministro del Interior francés decir, cuando empezaron a pedirle cuentas del uso de los fondos reservados: "Mire, tiene usted razón, me lo puedo haber gastado en señoras y aunque no sea verdad no le puedo explicar en qué lo gasté...".
-Pero usted que conoce bien la naturaleza humana...
-Por lo menos me gusta la condición humana.
FRAGMENTO DE LA ENTREVISTA A FELIPE GONZÁLEZ
EL PAÍS: JUAN JOSÉ MILLÁS 07/11/2010
EL PAÍS: JUAN JOSÉ MILLÁS 07/11/2010
Hoy cada uno se cree el héroe de su propia vida
Llevo 30 años estudiando comportamiento organizacional...
¿Qué ha aprendido?
Que hoy todo el mundo se cree un héroe en su propia vida y a menudo frente al resto de su grupo.
¿Por qué?
Tendremos que retroceder unos miles de años para entenderlo bien... ¿OK?
Ok.
En la tribu los dioses eran responsables de todo: de la lluvia, la cosecha, las guerras... Al individuo le quedaba rezar, y lo que no decidían los dioses por ti lo decidía la tribu.
Sólo había que ser uno más.
Tus líderes decidían por ti cuándo había que cazar, bailar, guerrear y morir por la tribu. Si obedecías, podías ser héroe en tu grupo. Y, además, la única alternativa era irse de la tribu, y ahí afuera acechaban las fieras.
La mayoría obedecía.
Pero hoy los dioses han muerto - o los hemos recluido en la conciencia de cada uno-y la tribu se ha convertido en una difusa administración burocrática y globalizada mientras cada vez uno tiene que decidir más cosas solo.
Por ejemplo.
Nuestros padres sólo podían rezar y resignarse a aceptar los hijos que Dios les enviara.
Hoy podemos decidir cuántos hijos, cuándo e incluso su sexo si quisiéramos.
No son elecciones menores.
Si nacías pobre o rico, blanco o negro u hombre o mujer, tus elecciones estaban limitadas desde la cuna. Hoy cada vez están más abiertas para todos. El progreso es el ensanchamiento de nuestra capacidad de elegir.
Y parece irrenunciable.
Lo es.
Pero también estresante.
Por eso las enfermedades mentales se han disparado y por eso también es más difícil cada vez dirigir en política y en la empresa.
¿Por qué?
Porque como tenemos tanta capacidad de elegir, ya no somos parte de la tribu, sino que hemos convertido el mundo en un mero escenario para que nuestro yo, lo único que creemos importante, se realice.
Ya no somos felices en común.
De ahí que - y esa es mi especialidad-el cinismo y la pasividad sean las actitudes habituales en las organizaciones humanas de nuestros días. Empezando por los líderes.
Por ejemplo.
Hoy los directivos llegan a las empresas no para concebir y realizar los mejores planes para el grupo, sino para que el grupo se convierta en el escenario donde ellos realizarán sus propios planes. El resto de la empresa son adversarios, aliados o irrelevantes.
Supongo que la tropa piensa igual.
He intentado definir el proceso como descentralización o disgregación grupal. Hemos perdido capacidad de pensarnos y sentirnos en comunidad. Y eso hace muy difícil liderarla. Hoy cada uno tiene su plan y sólo está satisfecho si lo cumple.
Satisfecho o insatisfecho.
Más a menudo insatisfecho: es imposible que una empresa concilie tantos individuos tratando de realizar su ego. Y todos dan por sentado que los demás, incluyendo a los jefes, también persiguen sólo su propio plan.
¿En qué sentido?
Mis padres al hablar de sus dirigentes suspendían en parte su juicio. La gente solía dejar un margen de confianza para sus líderes: "Si quien manda hace eso, aunque no entendamos por qué, será por algo bueno para todos". Hoy ya nadie piensa así.
¿Cómo enseña usted a liderar?
Intento que mis alumnos aprendan a reconstruir los valores de grupo.
¿Cómo?
Puede parecer contradictorio, pero una gran posibilidad es bucear precisamente en uno mismo hasta encontrar los propios motivos: qué es lo que te hace funcionar.
¿Y cómo lo consigue?
Biografías. Enseño a leer y escribir las biografías de diversos personajes y a reflexionar y realizar la propia.
No parece de escuela de negocios.
Pues mi curso de biografía es un éxito en la Sloan School of Management del MIT.
¿Qué les enseña?
La gran paradoja es que el único modo de entenderte a ti mismo está en aprender a entender a los demás. Tienes que ponerte en sus zapatos y caminar millas con ellos.
¿Para qué?
Porque el único juicio objetivo sobre ti mismo está en los ojos de los otros. Y saber lo que piensan de ti es un ejercicio antiego. Al principio, cuando la gente habla de su vida en mi curso, todo es yo, yo, yo... Alguno llega a decirme: "Mi vida ha sido la preparación para maximizar los beneficios de mi empresa".
Una vida muy triste.
Pero cuando aprenden a pensar en cabeza ajena, van apareciendo en las biografías de cada uno de ellos, poco a poco, los demás.
Usted dice que habían desaparecido.
Porque hemos convertido a los demás en meros secundarios de nuestra película, esa en la que somos únicos protagonistas y héroes. Nadie admite de sí mismo haber hecho nada malo, pero si haces un esfuerzo de memoria, investigación y reflexión sincera, puedes ir descubriendo las cosas malas que te han visto los demás a lo largo de tu vida.
Parece usted un moralista.
Sólo trato de enseñar a mejorar empresas, y es muy difícil que funcionen si sólo son un grupo de egos compitiendo.
¿Qué ha aprendido?
Que hoy todo el mundo se cree un héroe en su propia vida y a menudo frente al resto de su grupo.
¿Por qué?
Tendremos que retroceder unos miles de años para entenderlo bien... ¿OK?
Ok.
En la tribu los dioses eran responsables de todo: de la lluvia, la cosecha, las guerras... Al individuo le quedaba rezar, y lo que no decidían los dioses por ti lo decidía la tribu.
Sólo había que ser uno más.
Tus líderes decidían por ti cuándo había que cazar, bailar, guerrear y morir por la tribu. Si obedecías, podías ser héroe en tu grupo. Y, además, la única alternativa era irse de la tribu, y ahí afuera acechaban las fieras.
La mayoría obedecía.
Pero hoy los dioses han muerto - o los hemos recluido en la conciencia de cada uno-y la tribu se ha convertido en una difusa administración burocrática y globalizada mientras cada vez uno tiene que decidir más cosas solo.
Por ejemplo.
Nuestros padres sólo podían rezar y resignarse a aceptar los hijos que Dios les enviara.
Hoy podemos decidir cuántos hijos, cuándo e incluso su sexo si quisiéramos.
No son elecciones menores.
Si nacías pobre o rico, blanco o negro u hombre o mujer, tus elecciones estaban limitadas desde la cuna. Hoy cada vez están más abiertas para todos. El progreso es el ensanchamiento de nuestra capacidad de elegir.
Y parece irrenunciable.
Lo es.
Pero también estresante.
Por eso las enfermedades mentales se han disparado y por eso también es más difícil cada vez dirigir en política y en la empresa.
¿Por qué?
Porque como tenemos tanta capacidad de elegir, ya no somos parte de la tribu, sino que hemos convertido el mundo en un mero escenario para que nuestro yo, lo único que creemos importante, se realice.
Ya no somos felices en común.
De ahí que - y esa es mi especialidad-el cinismo y la pasividad sean las actitudes habituales en las organizaciones humanas de nuestros días. Empezando por los líderes.
Por ejemplo.
Hoy los directivos llegan a las empresas no para concebir y realizar los mejores planes para el grupo, sino para que el grupo se convierta en el escenario donde ellos realizarán sus propios planes. El resto de la empresa son adversarios, aliados o irrelevantes.
Supongo que la tropa piensa igual.
He intentado definir el proceso como descentralización o disgregación grupal. Hemos perdido capacidad de pensarnos y sentirnos en comunidad. Y eso hace muy difícil liderarla. Hoy cada uno tiene su plan y sólo está satisfecho si lo cumple.
Satisfecho o insatisfecho.
Más a menudo insatisfecho: es imposible que una empresa concilie tantos individuos tratando de realizar su ego. Y todos dan por sentado que los demás, incluyendo a los jefes, también persiguen sólo su propio plan.
¿En qué sentido?
Mis padres al hablar de sus dirigentes suspendían en parte su juicio. La gente solía dejar un margen de confianza para sus líderes: "Si quien manda hace eso, aunque no entendamos por qué, será por algo bueno para todos". Hoy ya nadie piensa así.
¿Cómo enseña usted a liderar?
Intento que mis alumnos aprendan a reconstruir los valores de grupo.
¿Cómo?
Puede parecer contradictorio, pero una gran posibilidad es bucear precisamente en uno mismo hasta encontrar los propios motivos: qué es lo que te hace funcionar.
¿Y cómo lo consigue?
Biografías. Enseño a leer y escribir las biografías de diversos personajes y a reflexionar y realizar la propia.
No parece de escuela de negocios.
Pues mi curso de biografía es un éxito en la Sloan School of Management del MIT.
¿Qué les enseña?
La gran paradoja es que el único modo de entenderte a ti mismo está en aprender a entender a los demás. Tienes que ponerte en sus zapatos y caminar millas con ellos.
¿Para qué?
Porque el único juicio objetivo sobre ti mismo está en los ojos de los otros. Y saber lo que piensan de ti es un ejercicio antiego. Al principio, cuando la gente habla de su vida en mi curso, todo es yo, yo, yo... Alguno llega a decirme: "Mi vida ha sido la preparación para maximizar los beneficios de mi empresa".
Una vida muy triste.
Pero cuando aprenden a pensar en cabeza ajena, van apareciendo en las biografías de cada uno de ellos, poco a poco, los demás.
Usted dice que habían desaparecido.
Porque hemos convertido a los demás en meros secundarios de nuestra película, esa en la que somos únicos protagonistas y héroes. Nadie admite de sí mismo haber hecho nada malo, pero si haces un esfuerzo de memoria, investigación y reflexión sincera, puedes ir descubriendo las cosas malas que te han visto los demás a lo largo de tu vida.
Parece usted un moralista.
Sólo trato de enseñar a mejorar empresas, y es muy difícil que funcionen si sólo son un grupo de egos compitiendo.
Nigel Nicholson, profesor de London Business School
LLUÍS AMIGUET - 08/11/2010
LLUÍS AMIGUET - 08/11/2010
Suscribirse a:
Entradas (Atom)