19.4.10

LA GESTIÓN DE LA INMIGRACIÓN

«Pobres niños». Se lo dijo a Sergi una persona cercana cuando le comunicó que sus hijos irían al CEIP La Sínia. Sergi es uno de los contados padres nacidos en Catalunya con hijos en La Sínia. Uno en P5 y una en P3.

El comentario de marras revela la idea estereotipada que tiene del centro el Vic tradicional. Pero Sergi prescindió de la idea estereotipada y quiso conocer la realidad. Conoció «un proyecto que enseña al niño a pensar y le invita a ser creativo y un profesorado con una implicación tremenda» y tomó su decisión. Siete meses después, la celebra. El jurado del Premi Ensenyament del Cercle d’Economia también quiso conocer La Sínia y esta tarde la escuela aspira, ya finalista, a ganar el galardón.

El 69% de los 340 alumnos que tiene La Sínia han nacido en el extranjero. Aunque los apellidos de la mayoría del 31% restante son extranjeros, Carme Carbonell, la directora del centro, puede decir: «Son catalanes de toda la vida».

Donde unos ven un problema, otros ven una realidad que gestionar. Carbonell pertenece a la segunda categoría. «Tenemos alumnos de 22 orígenes. Muy bien. Vamos a dar a esta diversidad los mejores resultados académicos posibles», dice.

En la evaluación de sexto de primaria del curso pasado, la primera que se hizo, los alumnos de La Sínia superaron la media de las escuelas catalanas en catalán y en castellano. No así en matemáticas.

Tiene una explicación. El catalán es el elemento central de la enseñanza en La Sínia. «La lengua pondrá a nuestros alumnos en igualdad de oportunidades ante la vida con otros alumnos –dice Carbonell–. Incorporarles una lengua nueva que no oyen en casa es nuestra apuesta para que triunfen en los estudios».

En educación infantil las clases son eminentemente orales, se busca una aplicación funcional de los conceptos enseñados y se utiliza un léxico inusualmente rico. En primaria la lengua, sobre todo escrita, es el eje del currículo.

Los otros dos hechos diferenciales de La Sínia son la relación que establece con el barrio y con la familia. Dice Carbonell respecto a la primera relación: «No entiendo la escuela sin dar respuesta a su entorno. La escuela tiene que estar abierta al barrio y ser uno de sus pilares». Y respecto a la segunda: «Somos tan pesados como afectuosos». El resultado de llamar a los padres ante cualquier disfunción y a la vez ayudarles cuando por ejemplo acuden a la escuela porque se les ha estropeado la calefacción de casa es que a piscina, deporte, salidas y colonias van el 100% de los escolares. Pregunten en otras escuelas con alumnado parecido.

«Bailamos el baile de los alumnos», dice Elisabet Franquesa, la jefa de estudios. Es un baile «trepidante» que requiere un claustro «dinámico, atrevido, flexible, con capacidad de improvisación y comprometido», según Franquesa.

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